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El patrón de comportamiento en los perros es muy similar al de los lobos.
Entre estos el jefe o líder de la manada, que como siempre pasa tiene privilegios con respecto a los demás en temas de comida, lugar de descanso, actividad sexual, siempre serán los primeros. También ser líder conlleva su deber de proteger al resto del grupo, que estará formado por individuos de menos rango.

Cuando el perro forma parte de una familia, va a seguir ese mismo comportamiento. El perro establecerá individualmente con cada uno de los miembros de la familia, una relación de dominancia o subordinación.

Este proceso comienza cuando el perro es un cachorro. Lógicamente el perro debería ser el miembro de la familia que ocupe el lugar más bajo en la escala. Pero el problema surge cuando nuestra mascota percibe a través de la interacción con las personas, que su posición respecto a uno o varios miembros de la familia es de dominancia. Si es así, cuando nuestra mascota vea cuestionado su liderazgo defenderá su posición, mostrándose más o menos agresivo.

Esta “agresividad” suele presentarse cuando el perro alcanza los 2 años, aproximadamente. Para eliminar esa “agresividad” habrá que realizar una terapia de modificación de conducta.
Premio y castigo

Son técnicas muy sencillas que nos servirán para educar a nuestro perro. Para ello es muy importante saber qué conductas hay que premiar y cuales castigar. Tanto el premio como el castigo han de ser inmediatos para que el perro pueda asociar una mala o buena conducta.
Si lo que queremos es premiarle, lo podemos hacer tanto con comida, como con palabras cariñosas o caricias aunque sin duda una galleta como premio es lo ideal. Siempre es bueno llevarlas con uno mismo para proceder en caso de necesidad.

Si lo que queremos es castigarle, debemos hacerlo con la suficiente intensidad para que ellos tengan claro que han hecho algo mal. Debemos evitar los castigos físicos dolorosos y exagerados.

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